10 consejos del Budismo Tibetano para vivir de forma más plena y equilibrada
Desarrollo Personal
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El budismo tibetano se desarrolló en el Himalaya y en la actualidad es una de las escuelas budistas más extendidas y conocidas en Occidente. De hecho, se estima que unos 20 millones de personas siguen esta corriente, por lo que es una de las más importantes dentro del budismo. Esta filosofía no solo busca la liberación personal sino también la liberación de todos los seres, y para ello indica que es necesario seguir el estado de buda.
Sin embargo, en el budismo tibetano, Buda puede ser cualquier persona que haya abierto su potencial a la sabiduría, una persona que haya descubierto la paz interior y la felicidad, alejándose del sufrimiento y la frustración.
Aunque quizás lo más interesante del budismo es que no se trata de una religión en el sentido más estrecho del término y tampoco se rige por normas, es más bien un arte de vivir, una fuente de felicidad, plenitud y sabiduría que potencia nuestro crecimiento, a través del equilibrio con la naturaleza. Cualquiera puede practicar el budismo, sin necesidad de ser un budista. Por eso, es interesante conocer algunos de sus preceptos básicos, ideas que nos pueden servir para enfrentar nuestro día a día.
1. No debemos seguir las tradiciones porque han sido trasmitidas desde la antigüedad.
Una de las cosas que más me molestan es escuchar a una persona que defiende una tradición diciendo “no hay motivos para cambiar, siempre se ha hecho así”. Por supuesto, no tiene nada de malo seguir las tradiciones, cuando las comprendemos, conocemos su origen y estas siguen teniendo sentido. Pero apegarse a las tradiciones, solo porque siempre se ha hecho de esa manera, implica miopía y miedo a lo desconocido, a la vez que una negación del continuo movimiento de la vida.
2. El sufrimiento es el resultado de los deseos y la ignorancia.
Las expectativas, a menudo irreales, así como la ignorancia, son las verdaderas causas del sufrimiento. De hecho, el sufrimiento no proviene del exterior, sino de cómo asumimos determinadas situaciones. Cuando no logramos alcanzar lo que deseábamos, cuando alimentamos expectativas irreales y cuando anticipamos las consecuencias negativas de las situaciones, estamos creando sufrimiento, lo demuestra el cuento del granjero chino. Para lidiar con el sufrimiento debemos aprender a vivir con la incertidumbre, aceptar los cambios y nivelar nuestras expectativas. Sin embargo, no debemos huir del sufrimiento, tan solo aceptarlo como una fase natural de la vida.
3. No debemos perdernos en el ambiente que nos rodea.
Es importante ser conscientes del ambiente que nos rodea, aprender a apreciarlo y disfrutarlo pero también, descubrir los aspectos que pueden arrebatarnos nuestro equilibrio psicológico. De hecho, el budismo tibetano afirma que cuando se abandonan los lugares y las compañías dañinas, las emociones perturbadoras disminuyen gradualmente y aumentan los pensamientos y sensaciones virtuosas. Obviamente, estar rodeados de personas negativas y ambientes tóxicos y caóticos no es el mejor caldo de cultivo para desarrollar la concentración y alcanzar la paz espiritual.
4. Mantener la ira y el odio nos impide crecer.
Para la filosofía budista, las emociones negativas no son un problema, simplemente debemos aprender a dejarlas ir y no alimentarlas. Emociones como la ira y el odio crecen y terminan erosionándonos, dañan nuestras relaciones interpersonales e incluso a nosotros mismos. No podemos crecer como personas, ser comprensivos y compasivos, si alimentamos la hoguera de esas emociones negativas. Por eso es tan importante aprender a aceptar y perdonar.
5. No debemos hacer el mal.
Una de las cosas más loables del budismo es su sencillez. En vez de darnos 10 mandamientos o imponer una serie de reglas sociales, penalizadas por la ley, simplemente nos dice que no debemos hacer el mal. Debemos abstenernos de provocar daño, sufrimiento y dolor a los demás. No debemos comportarnos con los demás, como no nos gustaría que se comportaran con nosotros mismos. Es una regla muy sencilla de seguir porque,ante cualquier dilema moral, simplemente tenemos que preguntarnos: ¿nos gustaría que alguien se comportara así con nosotros o con las personas que amamos?
6. No debemos apegarnos a las cosas o a las personas.
El apego es la fuente de nuestros mayores sinsabores. Cuando creemos que una cosa o una persona nos pertenece, inmediatamente nos atenaza el miedo a perderlas, una sensación que nos hace sentir mal y que a menudo nos lleva a cometer locuras. De la misma forma, el apego nos conduce a darle una importancia desproporcionada a las posesiones materiales. La ley del desapego nos indica que “todas las cosas a las que te apegas, y sin las que estás convencido que no puedes ser feliz, son simplemente tus motivos de angustia. Lo que te hace feliz no es la situación que te rodea, sino los pensamientos que hay en tu mente”.
7. Somos responsables de nuestro camino.
Cada persona es responsable de sus actos, pensamientos y palabras. No se trata de buscar culpables pero debemos dedicar al menos unos minutos al día para reflexionar sobre lo que hemos hecho a lo largo de la jornada. Si hemos cometido un error, no debemos ocultarlo, sino afrontarlo e intentar reparar el daño. De la misma forma, cuando hayamos errado, debemos aprender la lección, para no volver a cometer la misma equivocación en el futuro. Debemos aprender a ver la vida como una serie de aprendizajes, muchos de los cuales llegan a través de los errores. Sin embargo, solo asumiendo plenamente la responsabilidad, podemos crecer.
8. Debemos aprender a amarnos a nosotros mismos.
El budismo tibetano nos indica que el camino hacia la felicidad no se encuentra únicamente dentro de nosotros, sino en el acto de entrega hacia los demás, en la compasión y la ayuda desinteresada, en ser generosos sin esperar nada a cambio. Aún así, para lograr estos objetivos, primero es necesario amarse a sí mismo y ser capaces de compadecerse. Solo cuando nos sentimos plenos, podemos satisfacer plenamente las necesidades de los demás, solo cuando nos amamos, podemos amar a los demás. La diferencia radica en que ese amor hacia nosotros mismos no es egolatría, sino un vehículo para ayudar a los otros.
9. Debemos cuidar nuestro cuerpo, porque es nuestro templo.
Al contrario de lo que piensan muchas personas, en el budismo tibetano el cuerpo ocupa un lugar importante, no se trata tan solo de una filosofía dirigida a alimentar el alma, sino que también toma en consideración las cosas más “terrenales”. El cuerpo es nuestro templo, el único que tenemos, por lo que debemos tratarlo con respeto y cuidarlo. Alimentar nuestro espíritu es importante, pero no debemos olvidarnos del cuerpo, debemos lograr un equilibrio porque solo así podremos vivir plenamente.
10. No tenemos que creer en lo dicho, simplemente porque ha sido dicho.
Si existe algo que me fascina del budismo es que no nos conmina a creer ciegamente, al contrario, nos incita a buscar nuestras respuestas y verdades. Esto se debe a que el budismo considera que todos los sistemas de pensamiento, tanto religiosos como filosóficos, no son verdades inamovibles sino medios guías que nos ayudan a recorrer nuestro camino. Creer que existen verdades absolutas, solo porque otros las crean, nos conduce a asumir una mentalidad estrecha y a limitarnos como personas.
¡Buen viaje de descubrimiento interior!
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